8/3/2010, Autor: Esteban de Quintana, lecturas: 8543

A Ramón Rozadilla y a su padre que me regalo mi primer perro de caza, con cariño.

Pasadas las 3 de la tarde dejaba los perros, solo me quedaba por sacar el viejo, le dejé que saliera a darse un paseo, pero me le encontré intentado subirse al todoterreno. Así que decidí llevarle a por alguna laguneja, más por él que por mi que ya estaba cansado.

Salimos por la finca de mi madre y fuimos cruzando regatos y praos en busca de alguna mingorra. Encontramos alguna becacina que nos puso a prueba, y nos fuimos acercando a matas y montes querenciosos para la becada.

No estábamos lejos de un eucaliptal donde habíamos dejado una sorda esta mañana, la había buscado con dos perros, tras un recital de campanos y pitidos, de guías y muestras, se nos quedo allí, dejándonos en mal lugar. Posteriormente había salido con el equipo titular pero fuimos a otro monte. Por lo que la di cuartel o ella a mí.

Se lo conté al Viejo que acepto el guante, y entramos en el cazadero, un cazadero duro, donde de no tener suerte pronto, sería difícil que el viejo aguantara el envite, el jadeo y la andadura poco tenían que ver con el perro que tantas veces me desespero, cuando volándolas, cuando poniéndolas 200 metros ladera arriba, poco que ver con el perro que más tarde me enseño tantas cosas cuando ya creía saberlas.

Le llevé donde la habíamos volado la primera vez, y el olor de las chazas le quitó 3 ó 4 años de encima, estuvo esnifando y moviendo el rabo, hasta que decidió ir a buscarla.

Haré un inciso para contaros que yo me había cambiado de ropa y llevaba un chándal, que el cazadero es un eucaliptal de los malos, si es que hay alguno bueno, deciros a los que no conozcan estos cazaderos del norte que el sotobosque de este árbol alóctono, puede ser sucio, muy sucio o impenetrable, muy lejos de los sotobosques autóctonos de estas tierras, que si bien también pueden ser duros, no lo suelen ser tanto, el perro no llevaba ni campanu ni bip, no es que sea difícil seguir el torpe caminar del viejo, pero aquí bastan unos metros para perderle o que el pase por debajo y tú tengas que rodear y le pierdas.

Los escajos traspasaban el chándal como si no lo llevara, yo que aquí entro con perneras y guantes, empecé a recriminarme el meterme allí en esas condiciones con el viejo sin comer…

En esa estaba cuando el perro se quedó de muestra, era una muestra erguida con la cabeza alta y me miraba, le dije: no tienes ni idea de donde esta.

Enseguida rompió y se metió por entre la zarzas secas de un bardal, seguirle me costo pincharme hasta las orejas, entré en un claro con unos acebos, para pincharme “variao” pensé, allí estaba de muestra, pero ojo, ahora iba en serio, después de casi 14 años juntos…le conozco bien, me acerqué a rabo y no movió, me puse a su altura y le empujé un poco la cabeza, solo dio unos pasitos cortos, bajo el centro de gravedad y dijo “hasta aquí puedo leer”.

Yo seguí caminando dejando el perro atrás, mirándole de reojo, ahora no aparentaba tener más de 6 ó 7 años, cuando TRURRURRRURURR PUM la tiré cuando se tapaba, la vi quebrar el vuelo y mandé cobrar, no tardó en aparecer con ella, portándola tan firme y tan suavemente como si la llevara en la mano.

Cogí la sorda y le dije BUEN PERRO, que junto a unas palmadas en el pecho siempre fueron su premio y suficiente estímulo para seguir buscando.

Otro jueves que no como y van …, luego meriendo con los hijos, que es mejor que comer tarde y solo, hoy también me dirá mi mujer tienes cara de cansado, también me dirá que tal y yo solo diré BIEN con una sonrisa agridulce como la vida misma, porque hoy el Viejo cazó la ultima.

Y yo estuve allí para recordar que vale más un perro bueno, que dos casi buenos, que contestar a ¿Cuántas? Nunca puede explicar estos lances y que el cazar sordas para mi es un algo intimo, que hoy comparto con ustedes.

Salud y buenos perros.

Enero 2010, Cantabria.