4/4/2003, Autor:
José Ángel Fernández, lecturas: 19566
Lo que voy a contar me ocurrió la temporada 2002-2003, en el Coto de Grado en el cual cazo, resulta que el jueves día 16 de enero después de la invernada u ola de frío, en Asturias vuelven a abrir y nos fuimos otro amigo y yo a la caza de Arceas.
En una riega la perra Kora se pone de muestra a una y a la salida de la becada, la abato, seguimos bajando la riega y al poco tiempo, nos encontramos con un gato que parecía ser de unos caseríos cercanos, la Kora como perro que es, se lía a correr detrás del felino y este, desesperedo, delante de ella haciéndole quiebros que mas parecía liebre que gato.
Yo estaba cabreado, porque ya me veía compuesto y sin perro hasta que el gato desapareciera o la perra se cansase, pero lo curioso es que al poco de iniciar la perra la carrera, riega adelante y detrás del gato, vi que se frenaba en seco como si encontrase cristales en su camino y que el gato aparece a mi lado de la riega a unos 25 metros, pensé que algo le había ocurrido a la perra ya que con el gato no iba la cosa. Al momento siento el collar electrónico sonar, echo a correr y cual no fue mi sorpresa que otra queridísima dama se había interpuesto en la carrera de la perra tras el gato y ésta como mejor becadera que perra dejó gato por becada, con lo cual debo decir que gracias al gato cacé a la Arcea.